sábado, 14 de febrero de 2009



Que difícil que es el amor. Nos pasamos pidiéndole al Hada Madrina que nos mande por encomienda al príncipe azul o verde o a lunares, le prometemos a San Antonio que si "EL" aparece no vamos a quejarnos durante un mes ni a mentirle a nadie que nos pregunte ¿me queda bien?Desde que tuvimos la primera Barbie que sabíamos que si ella no tenía a Ken de nada le servía ser rubia y esbelta ni tener un fantástico auto color rosa.Cada vez que nos leyeron Blancanieves o La Cenicienta supimos que el climax del cuento venía cuando aparecía el protagonista masculino y no nos dejábamos engañar por el relleno de brujas y castillos.Lo importante era el beso salvador, el zapatito en manos de ese gentil caballero.En la adolescencia descubrimos que la agenda no era para anotar las fechas en que había que rendir geografía, sino los días en que "lo habíamos visto", "nos había llamado", " nos había besado", y para eso comprábamos autoadhesivos de corazones y caritas sonrientes que nos recordaban lo importante del año.Arriesgar al conocer a alguien, jugar las cartas sin saber qué naipes oculta en el otro, entregarnos a lo desconocido sin miedo a no poder salir ilesos, encontrarnos con la posibilidad de una nueva cicatriz justo sobre aquella que recién cicatrizaba.Cincuenta por ciento de posibilidades de que salga bien y otro cincuenta que nos devuelva al mismo punto de partida, pero con menos fuerzas que cuando salimos al encuentro.¿Será nomás que el amor se trata de eso, de más desencuentros que encuentros que culminarán algún día dejándonos las manos por fin llenas, y el corazón ensanchado de alegría?Mientras tanto, parece que el camino es una suerte de ensayo y error, dónde muchas veces nos encontramos leyendo la lista de miles de buenas razones para NO enamorarnos.Por suerte, parece que las razones para hacerlo, siguen siendo más tentadoras.

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